lunes, 18 de abril de 2016

Los ayuntamientos quebrados

Son muchos los pueblos que están en una situación económica inviable, que hace imposible que desarrollen las competencias que la legislación les obliga. La culpa de haber llegado a esta situación, es fundamentalmente de los gobernantes que los han dirigido. Gobernantes que llegaron a sus puestos, en muchas ocasiones, con amplios apoyos populares; y revalidados elección tras elección. Por tanto, es complicado exonerar de parte de culpa a sus vecinos. También ha habido otros coadyuvantes que han facilitado esta situación, como pudieran ser las comunidades autonómicas que financiaron proyectos sin memorias económicas, que analizasen la viabilidad financiera; los organismos encargados de fiscalizar las cuentas, que son demasiado lentos y poco exhaustivos; los distintos gobiernos centrales que nunca afrontaron la cuestión de la financiación municipal; algunos medios de comunicación que rieron las gracias que luego criticaron; o las oposiciones inoperantes (aunque en muchas ocasiones es complicada esta tarea ante la opacidad informativa que se practica en muchos ayuntamientos). Todos estos colaboradores necesarios no pueden, sin embargo, atenuar la culpa de los principales responsables: los equipos de gobierno.

Una vez llegados a la actual situación de quiebra no vale sólo con escandalizarse, con denunciar con saña lo que antes se aplaudía. Muchos de los que ahora se arremolinan para gritar «chorizo» al político caído en desgracia, son con frecuencia los mismos que les votaron acríticamente una y otra vez, o que les reían las gracias en los baños de masas, ¡cómo no recordar a ese alcalde que prometía la playa en tierra adentro entre un mar de risas! Muchos medios de comunicación que ahora ridiculizan los excesos, no tenían tanta clarividencia hace unos años; lo que ahora se ve como despilfarro, tal vez no hace mucho se veía como buenas inversiones que traerían el progreso. ¿Alguien recuerda artículos críticos con las radiales de Madrid antes del desplome? Otros gobernantes, con un mayor sentido del deber y de la buena administración fueron, tal vez criticados por pacatos en el gasto o en la inversión, seguro que comparándoles con los pueblos vecinos en donde crecían las infraestructuras como hongos. A estos alcaldes, ni entonces ni ahora, nadie les agradecerá su templanza.

Una vez analizadas las causas del agujero económico, de criticar las decisiones erróneas, de iniciar los procedimientos judiciales que sean pertinentes; hay que dar una solución a los ayuntamientos arruinados. No por más tiempo se debe prorrogar la situación de los municipios quebrados, que se ven imposibilitados de desempeñar sus obligaciones competenciales. La solución no puede venir por la asunción del Estado de las deudas generadas y después borrón y cuenta nueva. Eso supondría una tremenda injusticia en relación con los ayuntamientos que han sido bien gestionados. Además, se estaría potenciando eso que los economistas llaman «riesgo moral», que es cuando se asumen decisiones muy arriesgadas cuando se sabe que las posibles consecuencias negativas no serán asumidas por quien las toma, sino por terceros. Si esto ocurriera además de santificar la injusticia, estaríamos promoviendo a políticos irresponsables.

Sin duda el Estado tendrá que intervenir para que estos ayuntamientos puedan dar los servicios mínimos a los que están obligados, no se puede tener un sentido de la justicia tan vengativo como para dejar que muchas personas queden sin sus servicios básicos; pues sería como aceptar la muerte administrativa de estos municipios. Pero la actuación «salvadora» del Estado no puede ser sin coste. Es posible que haya que crear un plan de viabilidad para los ayuntamientos arruinados, pero este debe contemplar fuertes contrapartidas; que en muchos casos pasarán por la inevitable subida de impuestos y tasas, por un recorte drástico de gastos suntuarios, desgraciadamente por la reducción de plantillas infladas; y por la devolución parcial de la cantidad que se les preste, intentando que sea en las mejores condiciones financieras posibles. Será inevitable que los vecinos perciban las consecuencias de una mala elección: votar a gobernantes equivocados, desgraciadamente no podrá ser de otra manera.

Hay que ser conscientes que una intervención del gobierno central es complicada, ya que el Estado debe reducir su déficit para cumplir con Europa, pero no se puede seguir cerrando los ojos a la realidad de los municipios inviables. Hay ayuntamientos con deudas muy superiores a sus presupuestos, lo que hace que sea imposible una salida por sus propios medios. Tal vez, lo primero que haya que hacer será cuantificar cuál es la deuda real de estos ayuntamientos para empezar a buscar las posibles soluciones; sin duda complicadas, pero imprescindibles.

Benevolencia, justicia y responsabilidad deberán ser los ejes que guíen la recuperación de los ayuntamientos quebrados.

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