miércoles, 13 de febrero de 2008

Los Ultraliberales

Sobre el liberalismo hay varias acepciones, una que propugna la libertad y la tolerancia en las relaciones humanas, y otra de carácter económico. Es de esta última de la que me propongo hablar, a sabiendas de que sobre esta doctrina económica hay distintos grados (como en el socialismo). Desde la corriente que propugnan muchos partidos del centro derecha europeo, que asumen en buena medida el estado del bienestrar. Hasta la corriente extrema, que defiende el darwinismo social, que es en la que militan los cada vez menos en boga neocons; pero que en España cuenta con firmes defensores como son el candidato Manuel Pizarro o la presidenta de la Comunidad Esperanza Aguirre o el ex ministro Arias Cañete. Da verdadero pavor comprobar como esta corriente extrema, es la que se está aplicando en el gobierno de Madrid por los consejeros que lo forman.

Normalmente estos defensores del liberalismo a ultranza, son siempre personas que proceden de eso que siempre se llamó buenas familias; animo a los lectores a que hagan memoria a ver si recuerdan a algún político que defienda esta doctrina que venga de las capas inferiores de la sociedad. Son personas que siempre han tenido una excelente posición económica y que ni por descontado saben lo que es necesitar una prestación social: una ayuda de estudios, una plaza en una casita de niños, una intervención sanitaria en la Seguridad Social, una pensión de jubilación y mucho menos una prestación por desempleo.

Pese a su buena posición, sí parece que la Presidenta de Madrid se quejó de tener problemas para pagar la luz de su palacete madrileño, una boutade típica de ricos; que desconocen cuanto irritan estas salidas de tono a la población normal. Suelen ser personas que tienen un desconocimiento brutal de la vida cotidiana y las vicisitudes del ciudadano medio. Un buen ejemplo fue la manifestación que hizo el candidato para dirigir la economía de España si gana el PP, Manuel Pizarro; que se alborozó de estar en un mercado, en uno de esos absurdos paseos electorales, de los que ningún político parece estar libre. Sin duda, para él visitar un mercado debe ser un acontecimiento, seguro que estaba más en su ambiente en los innumerables consejos de administración de los que ha sido miembro.

Estos defensores del liberalismo sin rostro humano, saben que tanto ellos como sus próximas generaciones, van a tener más que asegurado el porvenir; ya que si su progenie no consiguen la excelencia que ellos han alcanzado en la vida pública; siempre, sus descendientes encontrarán algún hueco en algún consejo de administración o dispondrán de un importante sillón en alguna empresa, donde sus ingresos serán magros y sus responsabilidades pocas. No es el caso del español corriente, que ve con agobio el futuro de sus hijos, si a estos no les da por conseguirse una buena preparación. Están tan seguros estos políticos de no necesitar, ni ellos ni los suyos, los servicios que ofrece en estado de bienestar, que quieren acabar con este sistema solidario, ya que para mantenerlo hay que pagar unos impuestos, que odian por sistema, pues les impiden ser aún mucho más ricos de lo que son.

En Madrid ya se está sufriendo el desmontaje que se está haciendo de alguna de las patas fundamentales del estado del bienestar, como es la educación. Es odioso el estado en que están dejando la educación pública, que deberían mimar de manera principalísima; ya que es uno de los pocos mecanismos que pueden posibilitar la igualdad de oportunidades de las personas de extracción más humilde. Pues lejos de atender debidamente lo que es una de sus obligaciones, cometen una de las perversiones más repugnantes. Con los impuestos de todos los madrileños, subvencionan los colegios concertados, dejando a su suerte a los colegios públicos que deberían ser su primera ocupación. Con ello se logran varios objetivos; uno económico, es mucho el dinero que ganan estos colegios concertados con el dinero público. Otro ideológico, a nadie se le oculta que el ideario de la gran mayoría de estos colegios es católico-conservador, y se aseguran un posible proselitismo de sus valores en estos centros. Un objetivo poco caritativo, es la segregación; consiguen aislar a sus retoños de la marabunta proveniente de la inmigración. Los colegios públicos en Madrid ahora recogen mayoritariamente a los hijos de los inmigrantes y a los hijos de las familias más humildes; o bien a los hijos del Madrid rural, ya que en los pequeños pueblos al no haber oportunidad de negocio, los colegios privados y concertados ni por asomo se ubicarán en estos lares; y así los padres de estos niños no tendrán, apenas, la oportunidad de elegir un colegio concertado.

Con el tiempo lograrán que los colegios públicos sean un gueto para los alumnos que no pueden costearse otro tipo de colegio. Con lo que además de poner la simiente para futuros conflictos raciales, se consigue otro daño; pues se pone en serio peligro, desde la infancia, un sistema educativo que de a todos las mismas oportunidades para formarse: discriminación desde la base.

Cuando en la cuna del liberalismo, se está planteando por varios candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, ampliar el sistema público de Sanidad, asemejándolo al europeo; los gestores de la Sanidad pública madrileña, trabajan sin descanso para desprestigiarlo y vaciarlo de recursos, con el objetivo de que los ciudadanos abandonen la sanidad pública y empiecen a recurrir a la privada (de nuevo otra oportunidad de negocio que se abre para los suyos). Y como ya ocurre con la educación, la sanidad pública sólo quedará para los más pobres y los sectores marginados.

El último ataque al estado del bienestar ha llegado, como no, por este ariete del liberalismo que es Manuel Pizarro; con su propuesta de que las pensiones dejen de gestionarse y pagarse por el Estado, para externalizarlas en planes de pensión privado, a los que cada trabajador deberá suscribirse, con el argumento de que el sistema de pensiones no se sostendrá.

Entre las razones que arguyen para ir eliminando el sistema de servicios públicos están: la excesiva subvención en la vida española, que no incentiva la producción; las corruptelas que se dan en la sanidad pública; la falta de eficiencia de la administración pública, etcétera. Y si hemos de ser sinceros, en alguna ocasión parte de razón llevan en sus críticas. Todos conocemos casos de empresas o personas que sólo viven gracias a las subvenciones, todos conocemos vecinos que siempre están de baja sin que su salud sea peor que la nuestra, todos hemos padecido algún mal servicio de alguna administración pública. Por eso los que creemos en este sistema, debemos ser los primeros críticos con todo este tipo de actuaciones; reflexionar y meditar que mejoras y que controles podemos aplicar para evitar todos los excesos que se producen al socaire del sistema público. No hay que rechazar ninguna crítica, sino analizar los fallos y corregirlos para dejar sin ningún tipo de argumento a los defensores de esta corriente ideológica.

La idea-trampa para ganar adeptos entre los ciudadanos es emitir su mantra: bajar los impuestos. Siempre que se hace esta propuesta por parte de los ultraliberales, nunca se explicita claramente la otra cara de la moneda: qué servicios sociales se van a quitar. Deberían contarnos con valentía qué educación, qué sanidad, qué pensiones, qué prestaciones por desempleo, qué servicios públicos quieren para ver si nos convencen; pero me temo que lo que ofrecen es un sistema tan dañino, que seguro que gran parte de la sociedad no quiere ni puede aceptar.