martes, 26 de agosto de 2008

La privatización del Canal de Isabel II

No quiero enfocar este artículo sobre la privatización del Canal, por lo que me pueda afectar a mí y al resto de trabajadores de la empresa, que al fin y al cabo, no somos más de 3.000 personas entre varios millones de madrileños. Con importarme esta cuestión sobremanera, pretendo dar mi visión sobre como puede afectar esta operación al vecino de la Comunidad.

En primer lugar debo decir que no creo que toda privatización sea anatema, ni tampoco pienso que el mejor servicio es el público. Creo que hay empresas que no pueden ser más que privadas, y que hay servicios que los dan en mejores condiciones el sector privado. No tengo ningún problema que una empresa que produce bienes de consumo sea privada, y no entendería una injerencia por parte de cualquier organismo estatal; muchos más problemas tengo para aceptar que una empresa que gestiona un bien básico, preciado y escaso, caiga en manos de una empresa privada. Para mí este es el meollo del asunto, y no las mezquindades de que si sus empleados viven muy bien, o de si es una manera de buscar financiación para infraestructuras necesarias.

Por experiencia propia, me barrunto lo que puede devenir con una futura privatización parcial del Canal. Creo que puede ser ilustrativo comentar lo que pasó con Hidráulica Santillana, una de las empresas del CYII que se privatizó al 49%. También con el objeto de buscar financiación para la construcción de las minicentrales del río Lozoya, se realizó la venta parcial a la empresa Aguas de Barcelona (AGBAR), de capital privado. Desde el principio de la entrada de esta empresa surgieron infinitos problemas, por la inevitable colisión entre dos concepciones de empresa absolutamente distintas. AGBAR, sólo estaba interesada en aumentar y repartir la mayor cantidad de beneficios posibles, mientras que al Canal sólo le preocupaba una correcta dirección del abastecimiento de agua a Madrid. A AGBAR sólo quería oír que todo el agua que había en los embalses pasase por las turbinas para producir kilowatios, y en esa dirección presionaba en los organismos en que se establecían los desembalses. El objetivo del Canal no era otro que procurar el correcto abastecimiento y guardar las necesarias reservas para épocas de sequía; por eso a la empresa privada le costaba entender que con El Atazar prácticamente lleno, las máquinas estuviesen paradas. Su objetivo empresarial no era garantizar el agua para Madrid sino producir el mayor beneficio posible. El beneficio era todo su fin y en pos de el, se mandó a la Central de Torrelaguna una persona para entrevistar a todos los trabajadores (14 personas para 7 minicentrales, que pueden producir las 24 h del días según las condiciones) con la sola intención de reducir el personal al mínimo posible. Plan que se presentó al Consejo y que con buen criterio se desestimó, ya que el recorte iba destinado al personal de telecontrol, quitando el servicio nocturno; que pese a ser cierto que se hacen menos maniobras, nunca se esta libre de que ocurra cualquier incidencia. Se anteponía el beneficio a la seguridad y el buen control.

Al ver AGBAR que sus peticiones eran denegadas sistemáticamente por parte de la empresa pública, le propuso que le recomprara su parte, y el Canal aceptó dicha oferta, ya que desde un principio, la parte privada fue una china en el zapato, y con la vuelta al status quo inicial descansaban ambas partes.

Mutatis mutandis esto es lo que me temo que pueda ocurrir con la entrada de capital privado en el Canal; que éste, lógicamente, siguiendo su pulsión natural sólo busque el beneficio, aunque para ello tenga: que vender más agua incentivando el consumo (algo deplorablemente antiecológico) poniendo en riesgo las campañas de ahorro de agua; subir el precio del agua, bajar la calidad de la misma (en Madrid el agua es mejor que la que venden embotellada no por arte de birlibirloque, sino por la cantidad de procesos a que se somete un agua, ciertamente de buena calidad); reducir la plantilla de trabajadores, rebajar las exigencias de calidad en depuración; etcétera. Sinceramente, creo que la entrada de capital privado va ocasionar tensiones muy difíciles de gestionar, especialmente en todo lo relativa a la política del agua.

Además de los problemas que pudieran surgir existen otros legales, difíciles de solucionar. Los ayuntamientos ceden derechos, competencias, terrenos, etcétera, que se ven recompensados por unos convenios (uno por cada pueblo) que se establecen entre ambas partes. Estos convenios son posibles, ya que desde los gobiernos locales se sabe que de la otra parte está la Comunidad de Madrid, que somos todos los madrileños; pero si ahora lo que entra es capital privado, naturalmente algunos de ellos exigirán otras condiciones contractuales. Ya que si lo que ahora prima es ganar dinero, éstos querrán parte del pastel.

Por ir terminando, desconozco cual ha sido este interés por esta privatización parcial. No sé si detrás de ello hay un estudio concienzudo de la operación, o más bien una noticia estrella, dicha con poca premeditación en el Debate de la Región, para terminar con un bombazo mediático. Me es difícil comprender el por qué de este intento de privatización, cuando el Canal es una fuente de financiación importantísima de la Comunidad, que les posibilita manejar cuantioso fondos para obras como el metro, jardines, espacios de ocio, exposiciones... que finalmente disfrutamos todos los madrileños (más los de Madrid que los de la Sierra Norte); y que con una privatización, lógicamente desaparecerá esta reversión en la sociedad madrileña.

No sé si en todo esto sólo hay un prurito de nuestra Presidente por quedar como la más liberal entre los liberales; aún en tiempos en que el país paradigma des esta doctrina, se esta replanteando los mecanismos del sistema capitalista desde sus cimientos. Habría que recordar que su guía espiritual: la señora Tatcher, a la que no sé si quiere adelantar por la derecha, cayó del gobierno a manos de sus propios correligionarios tories, que veían en sus políticas un riesgo serio de fragmentar a la sociedad británica.

Post Data

Espero que la inauguración del Teatro del Canal no sea el paradigma de la buena gestión que aseguran tendrá la empresa en un futuro. ¿Cómo se puede pagar por un espectáculo más de lo que vale en el mercado? En tiempo de crisis ¿era necesaria esa exhibición de despilfarro? ¿Qué pintaban en la inauguración todo el famoseo cutre y los pseudoperiodistas que cubren sus inanes vidas? ¿Nacho Cano?, ¿nos veremos libres alguna vez en España de Mecano y sus secuelas?

miércoles, 26 de marzo de 2008

Los análisis postelectorales del PP

Los análisis postelectorales del PP en las derrotas son cuando menos sui géneris. La derrota siempre la aceptan de mala gana, sobre todo cuando sus encuestan les dan ganadores; entonces anteponen éstas a los resultados finales y buscan excusas para explicar la derrota. En el año 1989, tuvimos que oír que el gobierno poco menos había preparado un pucherazo, porque después de las ocho había colegios electorales abiertos. Palabras gravísimas que fueron pronunciadas por los “moderados” Gallardón y Arenas. Cascos, más duro, achacó su derrota, por culpa del dinero extra que había gastado el PSOE en la campaña, gracias a los fondos de FILESA y al apoyo de la televisión gubernamental.

Si mala fue la reacción en 1989, peor la de 2003 en que no creyeron posible que el PSOE se hubiera hecho con la victoria por cuarta vez consecutiva (de ahí la legislatura crispadora que nos dieron a todos los españoles) la de 2004 batió todas las marcas del mal perder; tan mal perder que todavía hay bastantes prohombres del PP que no la han aceptado. La postura moderada: la oficial, es que el PSOE manipuló los acontecimientos terroristas del 11 de marzo para su exclusivo beneficio electoral. La línea más dura, no tienen ningún problema en decir que el atentado fue una conspiración del PSOE con la ETA, con la colaboración del terrorismo yihadista, de los servicios secretos franceses, marroquíes y españoles, y sectores corruptos de la Guardia Civil y la Policía Nacional. El objetivo era provocar un cambio de gobierno; el PSOE alcanzaba el poder, los islámicos cobraban así una deuda al PP por meter a España en la guerra de Iraq, y ETA conseguía romper España y fundar, por fin, su Euskal Herria con la inclusión de su ambicionada Navarra. Esta teoría, que ya se conoce como la Teoría Conspiranoica, es la que ha estado funcionando en algunos medios de comunicación durante estos últimos cuatro años, y a la que se han abonado no pocos miembros del PP.

Jamás se ha oído un solo análisis autocrítico, la culpa siempre es de los otros. Si no se cumple el objetivo de ganar las elecciones, ¡algo de complot tendrá que haber!. ¡Cómo recuerdan algunos lideres del PP a esos equipos llorones, que explican los malos resultados por las malas acciones de los árbitros!, vicio en el que por desgracia ya también está abonado mi Real Madrid, equipo señor, que tenía a gala no quejarse jamás de los árbitros y que siempre se autoinculpaba por las derrotas, porque un equipo como el Real Madrid debe ganar siempre, pese a los árbitros.

Todavía no se ha oído una sola voz autorizada del PP diciendo que la guerra de Iraq fue un error. Tampoco que la gestión de la crisis del 11 al 14 de marzo fue catastrófica, sobre todo en la cuestión informativa, vital en esos momentos. No habrá ni un líder del PP que diga que no se puede basar la labor de oposición a un gobierno en la política antiterrorista de éste, de manera casi exclusiva. Nadie del PP reconocerá que no se ha partido España, ni vendido Navarra, en donde por cierto gobierna Miguel Sanz (UPN/PP), gracias al apoyo del PSOE ¡con las cosas que se han oído! ¿Habrá alguien en el PP, que diga que no le puede marcar la agenda política la COPE, El Mundo o Telamadrid? Esos mismos medios que pocas horas después de los resultados electorales pedían de manera despiadada la cabeza de Mariano Rajoy, ¡y lo que te rondaré morena!

Parece como si la derecha no aceptara estar en la oposición, piensan que estar en el gobierno es su posición natural, y siempre que se ven fuera de él es pos razones exógenas, casi siempre pos conspiraciones nacionales e internacionales. Hay que aprender a perder elecciones para saber ganarlas (Felipe González dixit).

A todas las alucinadas razones que nos han dado desde el PP para explicar sus derrotas se añade una nueva, que creo que va a tener bastante éxito entre los políticos populares y los analistas de los medios más ultras y amarillos de la derecha. La victoria del PSOE se ha basado en los votos extremistas de la izquierda y de los partidos separatistas; mientras que los votos del PP son los votos de la gente centrada y decente de Expaña, como le gusta decir a Federico el Grande. Ya no vale el axioma: un hombre un voto. Ahora hay que analizar la calidad de los votantes para saber de la bondad de los resultados. No se pueden ganar las elecciones así como así, sólo deberían valer los votos de la gente normal, decente y éstos están mayoritariamente en el PP, mientras que en el PSOE están los del lumpen político; por tanto la victoria del PSOE en el 2008 está de nuevo en entredicho. Preparémonos a oír explicaciones de esta jaez en las próximas semanas, y quién sabe si no en toda la legislatura.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Los Ultraliberales

Sobre el liberalismo hay varias acepciones, una que propugna la libertad y la tolerancia en las relaciones humanas, y otra de carácter económico. Es de esta última de la que me propongo hablar, a sabiendas de que sobre esta doctrina económica hay distintos grados (como en el socialismo). Desde la corriente que propugnan muchos partidos del centro derecha europeo, que asumen en buena medida el estado del bienestrar. Hasta la corriente extrema, que defiende el darwinismo social, que es en la que militan los cada vez menos en boga neocons; pero que en España cuenta con firmes defensores como son el candidato Manuel Pizarro o la presidenta de la Comunidad Esperanza Aguirre o el ex ministro Arias Cañete. Da verdadero pavor comprobar como esta corriente extrema, es la que se está aplicando en el gobierno de Madrid por los consejeros que lo forman.

Normalmente estos defensores del liberalismo a ultranza, son siempre personas que proceden de eso que siempre se llamó buenas familias; animo a los lectores a que hagan memoria a ver si recuerdan a algún político que defienda esta doctrina que venga de las capas inferiores de la sociedad. Son personas que siempre han tenido una excelente posición económica y que ni por descontado saben lo que es necesitar una prestación social: una ayuda de estudios, una plaza en una casita de niños, una intervención sanitaria en la Seguridad Social, una pensión de jubilación y mucho menos una prestación por desempleo.

Pese a su buena posición, sí parece que la Presidenta de Madrid se quejó de tener problemas para pagar la luz de su palacete madrileño, una boutade típica de ricos; que desconocen cuanto irritan estas salidas de tono a la población normal. Suelen ser personas que tienen un desconocimiento brutal de la vida cotidiana y las vicisitudes del ciudadano medio. Un buen ejemplo fue la manifestación que hizo el candidato para dirigir la economía de España si gana el PP, Manuel Pizarro; que se alborozó de estar en un mercado, en uno de esos absurdos paseos electorales, de los que ningún político parece estar libre. Sin duda, para él visitar un mercado debe ser un acontecimiento, seguro que estaba más en su ambiente en los innumerables consejos de administración de los que ha sido miembro.

Estos defensores del liberalismo sin rostro humano, saben que tanto ellos como sus próximas generaciones, van a tener más que asegurado el porvenir; ya que si su progenie no consiguen la excelencia que ellos han alcanzado en la vida pública; siempre, sus descendientes encontrarán algún hueco en algún consejo de administración o dispondrán de un importante sillón en alguna empresa, donde sus ingresos serán magros y sus responsabilidades pocas. No es el caso del español corriente, que ve con agobio el futuro de sus hijos, si a estos no les da por conseguirse una buena preparación. Están tan seguros estos políticos de no necesitar, ni ellos ni los suyos, los servicios que ofrece en estado de bienestar, que quieren acabar con este sistema solidario, ya que para mantenerlo hay que pagar unos impuestos, que odian por sistema, pues les impiden ser aún mucho más ricos de lo que son.

En Madrid ya se está sufriendo el desmontaje que se está haciendo de alguna de las patas fundamentales del estado del bienestar, como es la educación. Es odioso el estado en que están dejando la educación pública, que deberían mimar de manera principalísima; ya que es uno de los pocos mecanismos que pueden posibilitar la igualdad de oportunidades de las personas de extracción más humilde. Pues lejos de atender debidamente lo que es una de sus obligaciones, cometen una de las perversiones más repugnantes. Con los impuestos de todos los madrileños, subvencionan los colegios concertados, dejando a su suerte a los colegios públicos que deberían ser su primera ocupación. Con ello se logran varios objetivos; uno económico, es mucho el dinero que ganan estos colegios concertados con el dinero público. Otro ideológico, a nadie se le oculta que el ideario de la gran mayoría de estos colegios es católico-conservador, y se aseguran un posible proselitismo de sus valores en estos centros. Un objetivo poco caritativo, es la segregación; consiguen aislar a sus retoños de la marabunta proveniente de la inmigración. Los colegios públicos en Madrid ahora recogen mayoritariamente a los hijos de los inmigrantes y a los hijos de las familias más humildes; o bien a los hijos del Madrid rural, ya que en los pequeños pueblos al no haber oportunidad de negocio, los colegios privados y concertados ni por asomo se ubicarán en estos lares; y así los padres de estos niños no tendrán, apenas, la oportunidad de elegir un colegio concertado.

Con el tiempo lograrán que los colegios públicos sean un gueto para los alumnos que no pueden costearse otro tipo de colegio. Con lo que además de poner la simiente para futuros conflictos raciales, se consigue otro daño; pues se pone en serio peligro, desde la infancia, un sistema educativo que de a todos las mismas oportunidades para formarse: discriminación desde la base.

Cuando en la cuna del liberalismo, se está planteando por varios candidatos a la presidencia de los Estados Unidos, ampliar el sistema público de Sanidad, asemejándolo al europeo; los gestores de la Sanidad pública madrileña, trabajan sin descanso para desprestigiarlo y vaciarlo de recursos, con el objetivo de que los ciudadanos abandonen la sanidad pública y empiecen a recurrir a la privada (de nuevo otra oportunidad de negocio que se abre para los suyos). Y como ya ocurre con la educación, la sanidad pública sólo quedará para los más pobres y los sectores marginados.

El último ataque al estado del bienestar ha llegado, como no, por este ariete del liberalismo que es Manuel Pizarro; con su propuesta de que las pensiones dejen de gestionarse y pagarse por el Estado, para externalizarlas en planes de pensión privado, a los que cada trabajador deberá suscribirse, con el argumento de que el sistema de pensiones no se sostendrá.

Entre las razones que arguyen para ir eliminando el sistema de servicios públicos están: la excesiva subvención en la vida española, que no incentiva la producción; las corruptelas que se dan en la sanidad pública; la falta de eficiencia de la administración pública, etcétera. Y si hemos de ser sinceros, en alguna ocasión parte de razón llevan en sus críticas. Todos conocemos casos de empresas o personas que sólo viven gracias a las subvenciones, todos conocemos vecinos que siempre están de baja sin que su salud sea peor que la nuestra, todos hemos padecido algún mal servicio de alguna administración pública. Por eso los que creemos en este sistema, debemos ser los primeros críticos con todo este tipo de actuaciones; reflexionar y meditar que mejoras y que controles podemos aplicar para evitar todos los excesos que se producen al socaire del sistema público. No hay que rechazar ninguna crítica, sino analizar los fallos y corregirlos para dejar sin ningún tipo de argumento a los defensores de esta corriente ideológica.

La idea-trampa para ganar adeptos entre los ciudadanos es emitir su mantra: bajar los impuestos. Siempre que se hace esta propuesta por parte de los ultraliberales, nunca se explicita claramente la otra cara de la moneda: qué servicios sociales se van a quitar. Deberían contarnos con valentía qué educación, qué sanidad, qué pensiones, qué prestaciones por desempleo, qué servicios públicos quieren para ver si nos convencen; pero me temo que lo que ofrecen es un sistema tan dañino, que seguro que gran parte de la sociedad no quiere ni puede aceptar.

martes, 29 de enero de 2008

La deriva terrenal de la Iglesia

En la presente campaña electoral, la Iglesia ha jugado un papel hasta ahora inédito, como es el de querer influir en los resultados electorales. La realización más palpable de este objetivo fue, sin duda, la concentración en la plaza de Colón del pasado 30 de diciembre.

Por supuesto, tal extremo es negado por la Iglesia, que sólo reconoce que fue una gran manifestación en defensa de la familia católica. Otros creemos que no fue así, sino un apoyo claro, a determinado partido político a setenta día de las elecciones. Sólo les faltó hacer como Fernandel en su papel de Don Camilo (Don Camilo y Don Peppone), en una Italia de la postguerra mundial, ante las inminentes elecciones, conminando a los feligreses a votar a un partido que fuese: demócrata y cristiano; mutatis mutandis, a los cardenales de Colón sólo les faltó solicitar el voto para una organización que fuese: un partido y popular.

Tal manifestación puso furioso a muchos de mis compañeros con altas responsabilidades. Debo reconocer que aunque no me gustó la intención del acto, y que quedé estupefacto con algunas de las declaraciones que allí se vertieron; la verdad, es que no le di mayor importancia a la concentración. La razón, es que pienso que la Iglesia hoy no tiene una gran capacidad de persuasión. Si analizamos el motivo que les reunió, como es la defensa de la familia tradicional católica; seguro que no me equivoco si digo que la media del número de hijos de los matrimonios allí presentes, pasara de los dos por pareja. Y Todos sabemos que eso es imposible, a no ser que se hagan trampas, tal y como así llamaba a las medios anticonceptivas un opusino, conocido mío. Eso no quiere decir, ni más ni menos, que los defensores de la familia cristiana, no realizan la gozosa cópula, con el único fin de la procreación, tal y como manda la jerarquía eclesial.

Pero si extendemos sus directrices en material sexual y familiar a la sociedad española, vemos que su influencia roza la absoluta inobservancia. Hoy casi la mitad de los matrimonios son civiles; el divorcio es hoy un fenómeno habitual, tanto que entre los nuevos enlaces, la mitad terminan en divorcio; y hoy son una absoluta minoría los novios que llevan vírgenes al matrimonio, por más blanco que sea el vestido de la novia y por más elegante que sea el chaqué del novio.

Los lamentables programas de cotilleos, nos ofrecen a diario como: políticos conservadores, famosos casposos, folclóricas que tienen a los santos y vírgenes todo el día en la boca, etcétera; se divorcian y mantienen unas vidas sentimentales, que desde la visión católica, sólo se pueden tachar de licenciosas.

Pese a mi ateismo, soy de los que encuentro aportaciones muy positivas en la religión cristiana (única que conozco con cierta profundidad, por otra parte). Es una lástima que la Iglesia se haya centrado, en los dos últimos papados, en algo tan epidérmico como es el sexo. A muchos nos hubiera gustado que la labor pastoral de la Iglesia tuviera como eje la defensa de otros valores, como: la solidaridad (dar de comer al hambriento), el rechazo de la violencia (poner la otra mejilla), el hermanamiento (no te importe la raza ni el color de la piel), la denuncia del insano apetito de riquezas (es más difícil que entre un rico en el reino de los cielos, que un camello (o soga) por el ojo de una aguja), y otras innumerables enseñanzas revolucionaras que propuso Jesús.

Pese a mis deseos, es sólo a la Iglesia a la que corresponde dirigir sus pasos. Pero donde sí podemos entrar de hoz y coz, es para defendernos de manifestaciones, que a mi entender son ofensivas. Como es, cuando dicen que la Iglesia se encuentra perseguida por el actual Gobierno. Todo, porque se han aprobado algunas leyes que van en contra de sus preceptos morales. Duele oír hablar a la Iglesia de persecución, cuando es una institución que lleva 1.700 años al lado del poder o directamente en él.

Es cierto que en sus primeros tiempos, los cristianos sufrieron persecución por parte del Imperio Romano, hasta que el emperador Constantino se convierte a su fe. Desde entonces la Iglesia se convirtió en un apoyo fundamental del poder, que sólo empieza a decaer, en las democracias occidentales, con la llegada del siglo XX. En España tuvimos que esperar al final del franquismo, para que se produjera una división entre Iglesia y Estado. También es cierto, que durante la República y la Guerra Civil, se produjeron episodios anticlericales, absolutamente reprobables; pero que en nada anulan el hecho de su colaboración con el poder a lo largo de la Historia.

Una Iglesia que ha tenido instituciones como la Santa Inquisición, que era tan aficionada a los autos de fe y a achicharrar a cualquiera que oliera a hereje. Una Iglesia que hasta hace poco tenía tal poder en la España rural, que incluso decidía si los bailes podían ser agarrados o no; debería ser muy cautelosa a la hora de hablar de persecución.

Da un poco apuro explicar algo tan sencillo, como es que el poder legislativo, a instancias del Ejecutivo, elabora leyes para todos, sean: judíos, moros o cristianos; tirios o troyanos; blancos, negros, indios o chinos; heterosexuales u homosexuales; rojos, azules, o del color que se quiera. Cuando se propone una ley, no se puede estar pensando en sí gustará a la Iglesia católica, pues no sería justo en un Estado aconfesional, que no anticonfesional.

Lo que debería hacer la Iglesia es reunir a sus feligreses en los templos, y desde los púlpitos decirles; que aunque existe el divorcio, para ellos no reza, porque el matrimonio católico es hasta que la muerte separe. Que si alguna mujer está embarazada por una violación, o que el embarazo ponga en riesgo su vida, o bien que puede causarle un trastorno serio; debe seguir adelante, porque su religión les prohíbe abortar. Que pese a existir la posibilidad de casarse con personas del mismo sexo, si algún católico tuviera tendencias homosexuales, estas las debe reprimir, y que bajo ningún concepto deben casarse con alguien del mismo sexo. Que si el Gobierno hace campañas de orientación sexual, que sencillamente las desoigan, ya que ellos saben que la Iglesia les exige que lleguen vírgenes al matrimonio.

Hay que recordar que las famosas leyes en “contra de la familia” no obligan, sino que amplían derechos, sólo para aquellos que quieran ejercerlos. Leyes, que por cierto, no son sólo de este Gobierno; y que alguna de ellas permanecieron intactas durante los ocho años de gobierno del PP, y que parece que sólo ahora son ácido contra la familia.

Ciertamente, las acciones de dama ofendida que muestra la Iglesia, se pueden calificar de sobreactuadas. Su única intención es coadyuvar, en el intento de materializar un cambio de Gobierno, acción que en ningún caso le corresponde. Deberían recordar que: a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César.