viernes, 27 de febrero de 2015

Abrir las ventanas

Desde hace ya tiempo el PSOE ha perdido una importante cantidad de votantes, son muchas las explicaciones que se han dado desde fuera del partido, desde la opinión publicada. Posiblemente no haya una sola razón, seguro que todas las que se han dado tengan parte de verdad; lo complicado será ponderar el peso que cada una de éstas tenga. Propongo en este artículo dar una visión desde dentro de mi partido.
Ahora que hace veinte años que milito en el PSOE, en su federación madrileña (PSM), y siempre en la Agrupación Socialista de Torrelaguna (AST), creo que estoy legitimado para dar alguna opinión al respecto. Siempre he tenido más una actitud de observador que de protagonista en la vida partidaria fuera de la política municipal, aunque no creo que se pueda decir que esta actitud haya sido pasiva. Jamás me he dedicado a la política de forma profesional, nunca he cobrado un sueldo por ejercer mi actividad política. Y esto no lo digo porque piense que esto me dé una posición de superioridad moral, aunque sí creo que de cierto alejamiento objetivo sobre alguna de las actitudes que he visto. También quiero dejar claro, que creo que es necesario, para ejercer ciertos puestos una liberación total para poder hacerlo con garantías. En ningún caso defiendo propuestas populistas, como las del PP, de eliminar cargos públicos; y mucho menos de eliminar sueldos a cargos electos de la oposición, como lo que ha hecho la Presidenta Cospedal en Castilla La Mancha. 
Desde esta posición de observador activo y no profesionalizado, me propongo opinar lo que sigue. Creo que desde hace ya mucho tiempo, el PSM se ocupa fundamentalmente de sí mismo. La razón puede estar en las sucesivas derrotas electorales. Cuando se produce una derrota se suelen abrir dos caminos. Uno conduce a una crisis, que necesariamente se debe resolver con nuevos equipos y nuevas propuestas para intentar conectar con el electorado. Esto suele darse cuando la derrota es severa, o si es reiterativa con los mismos equipos. Desde luego es una vía natural y saludable. El otro camino lleva al enclaustramiento del partido, esto es, a encerrarse en sí mismo para que sus mandos, cargos, y militantes destacados busquen acomodo para sobrevivir confortablemente en la oposición. Esta vía ni que decir tiene que es muy comprensible humanamente, pero es cancerígena para la vida del partido.
Cuando nos dejamos llevar por esta segunda vía, a medio plazo, todos los militantes nos dedicamos más a hablar de nosotros que a reencontrarnos con nuestros electores. Este enrocamiento suele ser proporcional, cuanto más nos dedicamos más a nosotros mismos, más nos alejamos de la realidad. Además, este ensimismamiento es narcótico, ya que los protagonistas de la batalla interna parecen incapaces de darse cuenta del camino al que llevan al partido. Mucho de esto es lo que ha ocurrido en mi partido. Escribir de ello ahora, bien pudiera parecer oportunista, debido a los recientes acontecimientos en el PSM. Pero es que no es mi intención hablar sobre la maniobra, ni sobre la lucha por los puestos. Porque hablar de ello no creo que aporte nada de nuevo.
Prefiero reflexionar sobre algo que me preocupa mucho más, y que es menos superficial, menos obvio. Me refiero al cuerpo ideológico que vamos construyendo dentro del partido. Tengo la sensación de que en los congresos, conferencias, comités, asambleas y demás órganos de debate, muchas veces optamos por generar programas, normas y documentos con los que sentirnos a gusto los militantes, más que por saber si éstos tendrán acomodo en la sociedad, y sobre todo, entre nuestros votantes. Debemos darnos cuenta que en el PSOE no somos más que 200.000 militantes en España y no más de 15.000 en Madrid, sobre un censo nacional de 35.000.000 de votantes y de 4.630.000 en Madrid. Por tanto parece más inteligente, que sin traicionar nuestros principios socialdemócratas, nos ocupemos más en sacar programas con los que se encuentren más cómodos nuestros votantes que nosotros. Sé que es doloroso, que muchos militantes suelen tener un grado de compromiso mayor que nuestros votantes, pero si no logramos hacer este ejercicio de responsabilidad, puede que nuestra brecha con los votantes sea insalvable.
Esto no es nuevo, ya ocurrió de forma traumática en el XXVIII Congreso, cuando no se aceptó el abandono del marxismo que propugnaba Felipe González, por entonces Secretario General, lo que produjo la dimisión de éste. En un posterior Congreso Extraordinario se terminó aceptando esta postura, lo cual seguramente produjo un desgarro a viejos militantes, pero aseguró los futuros triunfos electorales del PSOE. Hoy, sin llegar a estos extremos, hay también posiciones que ni siquiera nos atrevemos a debatir, ya que se entiende que no serían de un buen socialista, y tenemos miedo a que se nos pudiera tachar de impuros. Sin embargo, luego nos llevamos sorpresas cuando nuestros votantes nos enmiendan la plana. Un caso reciente y preclaro ha ocurrido como consecuencia del pacto antiterrorista yihadista entre el PP y el PSOE. Este pacto incluye una cláusula sobre la cadena perpetua (revisable), que desde sectores importantes del partido se ha tratado como un anatema, como una traición a los valores del partido perpetrado por Pedro Sánchez. Luego una encuesta nos dice que nada menos que el 71% de nuestros votantes avala este pacto.
Personalmente, creo que la cárcel debe servir para reinsertar en aquellos casos en que se pueda, pero no tengo problema en afirmar que, para ciertos casos, me parece que este tipo de condena puede ser proporcional. No entiendo que esta cuestión sea un dogma socialista, así como sí creo que lo es la defensa de un Estado de Bienestar, la universalización de una Educación y una Sanidad de calidad, de un cierto grado de redistribución de la riqueza por vía de los impuestos. No creo que el federalismo (con el que puedo estar de acuerdo, siempre que sea simétrico); un lenguaje no sexista que destroza el español, hasta hacerlo irreconocible (estando a favor de una igualdad absoluta entre mujeres y hombres); o una vuelta a la memoria histórica después de 80 años (estando de acuerdo con que todo represaliado debe descansar en una tumba y no en una cuneta) pertenezcan a ese cuerpo de dogmas del partido.
Y a estos asuntos les dedicamos unas energías importantes dentro del partido, sin saber si estas preocupaciones que tenemos, son las que tienen los ciudadanos, nuestros votantes. Me temo que no. Pienso que la ciudadanía a la que debemos defender está mucho más preocupada por la pobreza, el paro, la reducción de derechos laborales, los recortes en Educación y Sanidad, la discriminación salarial (y no sólo) entre mujeres y hombres, la corrupción, la reducción de servicios, el encarecimiento de la Justicia, la subida de la energía … Y a estos asuntos deberíamos dedicar todas nuestras energías, todas.
Un partido debe ser un instrumento de la sociedad, y el nuestro debe estar al servicio de los más desfavorecidos; si el partido sólo se convierte en un organismo cuyo único objetivo es su supervivencia, estamos condenados a desaparecer. No podemos seguir un minuto más debatiendo sobre aquello que nos gusta y entretiene, y debemos ponernos a trabajar para saber qué es lo que necesita nuestra gente. En el momento en que nos dejemos de mirar el ombligo, no nos va a costar mucho contactar con nuestros votantes, porque tenemos sensibilidad para hacerlo.
Es el momento de tener cierta grandeza, de buscar que es lo mejor para nuestro cuerpo electoral; y si somos capaces de encontrarlo, por añadidura se nos dará la mejora de nuestro partido, y la de todos abnegados militantes. Si finalmente sabemos reencontrarnos con nuestra gente, tendremos más posibilidades de obtener una victoria, que será importante, no tanto para el PSM, como para el de tantos madrileños que están sufriendo las duras políticas aplicadas por el PP.

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