miércoles, 7 de octubre de 2015

 El Socialismo frente al problema catalán



El nacionalismo es una ideología con altos componentes de irracionalidad e insolidaridad. Es difícil hoy aceptar que alguien es mejor que otro o, en el mejor de los casos, distinto, por haber nacido en un determinado espacio. Cuando no hace falta explicar que el lugar de nacimiento no lo elige nadie, es un puro albur; y experimentar orgullo sobre algo en el que no se ha puesto el más mínimo esfuerzo parece excesivo, cuando no ridículo. Incrementan la irracionalidad los falsos argumentos históricos que todo nacionalismo siempre aporta para justificar su posición. Para creerse algunos hechos históricos tergiversados por la óptica nacionalista hace falta tener más fe que conocimiento.
La insolidaridad que encierran casi todos los nacionalismos “ricos” (Cataluña, País Vasco, Padania, etcétera) no se puede cuestionar. Desvestido de todas las alharacas con que suelen acompañar sus argumentos, lo que queda es una propuesta sencilla: no queremos compartir nuestra riqueza con las regiones más desfavorecidas del Estado. Si bien esto pudiera ser aceptable desde otros espectros ideológicos, desde el socialismo es sencillamente intolerable. En Cataluña, ni partidos de izquierda como Esquerra Republicana de Catalunya, se ocultan en reconocer este argumento de una manera descarnada, tal y como así lo declara Oriol Junqueras: “Si cada año no desapareciese de nuestro país un 8% de nuestro producto interior bruto, cada 10 años lo doblaríamos y cada 10 años seríamos el doble de ricos” (Borrell y LLorach. Las  Cuentas y los Cuentos de la independencia, Catarata 2015, pág. 22).
Es cierto que hay muchos tipos de nacionalismos, en unos priman más los componentes económicos, como son los que rigen en las regiones ricas que pretenden desligarse de las zonas depauperadas de su estado;  y en otros, más los componentes históricos, en donde tienen más importancia los supuestos agravios recibidos. Pero en cualquier caso, todos los nacionalismos son rechazables desde una visión socialista.
La posición del socialismo español con los nacionalismos periféricos es desde hace demasiado tiempo difusa, líquida, cambiante, y desafortunadamente -o no- diversa. Habría que conocer cuál es el origen de esa incomodidad de la izquierda ante los nacionalismos, cuando dos de sus principios rectores son: la igualdad y el internacionalismo. Sin ningún género de duda, una explicación es la irreflexiva reacción al concepto franquista de nación y de los nacionalismos periféricos, lo que ha sometido a parte de la izquierda a un complejo de culpabilidad, al que se debe enfrentar y descartar definitivamente. Todos los territorios sufrieron por igual la represión del Régimen, sin primas por zonas geográficas. Otra explicación, sólo válida para el principal partido de la izquierda española, el PSOE, es el excesivo miramiento que ha tenido con posiciones alejadas de sus postulados por cálculo electoral; especialmente en Cataluña. Donde el PSC siempre ha sido un granero de votos y de diputados nacionales. Dentro del PSC siempre han existido corrientes cuasi nacionalistas o abiertamente nacionalistas, que han condicionado demasiado la posición nacional (o federal) del partido. Hoy ese granero ha dejado de existir, pero la incidencia del PSC sobre la visión de España que hoy adopta el PSOE sigue siendo enorme e innegable.
Parece que la solución que propone el PSOE puede venir por implantar un federalismo asimétrico (en España uno de los primeros partidos que lo propuso fue la hoy extinta Convergencia Democrática de Navarra de Juan Cruz Alli) y conseguir que Cataluña se encuentre cómoda en una reformada Constitución. El concepto de comodidad en relación con la Constitución es tan nuevo y etéreo que es difícil de criticar. Cuando se concrete más esa “comodidad” será el momento de opinar. Desde una posición jacobina es complicado aceptar estas asimetrías y estos reconocimientos explícitos a determinados pueblos en la Constitución, porque en ese preciso instante se estarán creando agravios a otros. Todos los pueblos tienen particularidades, y reconocer unas y no otras será origen de futuros conflictos; con Andalucía está prácticamente asegurado.
La solución parce compleja, entre otras cuestiones porque la propuesta de reforma constitucional que hace el PSOE necesita la aprobación de dos tercios del Congreso para que prospere y en el futuro cercano no parece que se vaya a dar esa coyuntura. Pero independientemente de cuestiones técnicas cabría preguntarse si la propuesta que hacemos es progresista y racional. Parece complicado que esta solución cumpla con estos conceptos, pero muchos seriamos los que estaríamos dispuestos a renunciar a principios muy caros de nuestra concepción social (Eppur si mueve) por buscar una solución definitiva (nunca transitoria) del problema catalán.
Se podría argumentar que la asimetría está ya implantada en el Estado, desde el momento en que se aceptó el cupo navarro y vasco, teniendo como base el anacronismo de los fueros. Fueros que en el caso de Navarra, Franco los mantuvo como premio por la aportación carlista (la nacional-católica de antaño y no la abertzale de hogaño) en la Guerra Civil. Asimetría que existe desde el momento que hay autonomías de dos velocidades; pero que exista ésta, no quiere decir que sea buena per se; es más, uno de los principios del socialismo debería ser ir mitigando estas diferencias para alcanzar sociedades lo más igualitarias posibles.
Sin duda el PSOE se encuentra en una encrucijada, debe elegir entre una postura de sosegamiento de la cuestiona catalana, lo que necesariamente nos supondrá la pérdida de votos de votantes de izquierdas que defiendan una visón unitaria de España (incluyendo Cataluña),  que será recogida por Ciudadanos. Ya hemos visto como en Cataluña nos ha superado ampliamente este partido, especialmente en los pueblos de tradición socialista. La otra opción es adoptar una posición más ortodoxa, que sin duda mantendrá en la máxima tensión el problema catalán, lo cual puede que sea insoportable para Cataluña y para toda España. Puede que la elección de esta postura incomode a muchos socialistas porque pudiera coincidir, aparentemente con la defensa de España que hace el PP. Pero aunque el resultado final pudiera ser similar el origen es bien distinto. Los populares defienden la unidad por territorialidad, por una idea patrimonial de España. La defensa de la unidad desde el socialismo tiene como único origen la igualdad; puede que esto no valga a muchos los catalanes, pero no deja de tener su importancia.
Realmente, el problema es complejo, tal vez una solución sencilla agrave más la cuestión catalana. Todos, por humildad intelectual debemos renunciar a posiciones inamovibles. Solo cabe esperar que el PSOE sepa elegir lo más correcto, o al menos, lo menos malo.