martes, 29 de enero de 2008

La deriva terrenal de la Iglesia

En la presente campaña electoral, la Iglesia ha jugado un papel hasta ahora inédito, como es el de querer influir en los resultados electorales. La realización más palpable de este objetivo fue, sin duda, la concentración en la plaza de Colón del pasado 30 de diciembre.

Por supuesto, tal extremo es negado por la Iglesia, que sólo reconoce que fue una gran manifestación en defensa de la familia católica. Otros creemos que no fue así, sino un apoyo claro, a determinado partido político a setenta día de las elecciones. Sólo les faltó hacer como Fernandel en su papel de Don Camilo (Don Camilo y Don Peppone), en una Italia de la postguerra mundial, ante las inminentes elecciones, conminando a los feligreses a votar a un partido que fuese: demócrata y cristiano; mutatis mutandis, a los cardenales de Colón sólo les faltó solicitar el voto para una organización que fuese: un partido y popular.

Tal manifestación puso furioso a muchos de mis compañeros con altas responsabilidades. Debo reconocer que aunque no me gustó la intención del acto, y que quedé estupefacto con algunas de las declaraciones que allí se vertieron; la verdad, es que no le di mayor importancia a la concentración. La razón, es que pienso que la Iglesia hoy no tiene una gran capacidad de persuasión. Si analizamos el motivo que les reunió, como es la defensa de la familia tradicional católica; seguro que no me equivoco si digo que la media del número de hijos de los matrimonios allí presentes, pasara de los dos por pareja. Y Todos sabemos que eso es imposible, a no ser que se hagan trampas, tal y como así llamaba a las medios anticonceptivas un opusino, conocido mío. Eso no quiere decir, ni más ni menos, que los defensores de la familia cristiana, no realizan la gozosa cópula, con el único fin de la procreación, tal y como manda la jerarquía eclesial.

Pero si extendemos sus directrices en material sexual y familiar a la sociedad española, vemos que su influencia roza la absoluta inobservancia. Hoy casi la mitad de los matrimonios son civiles; el divorcio es hoy un fenómeno habitual, tanto que entre los nuevos enlaces, la mitad terminan en divorcio; y hoy son una absoluta minoría los novios que llevan vírgenes al matrimonio, por más blanco que sea el vestido de la novia y por más elegante que sea el chaqué del novio.

Los lamentables programas de cotilleos, nos ofrecen a diario como: políticos conservadores, famosos casposos, folclóricas que tienen a los santos y vírgenes todo el día en la boca, etcétera; se divorcian y mantienen unas vidas sentimentales, que desde la visión católica, sólo se pueden tachar de licenciosas.

Pese a mi ateismo, soy de los que encuentro aportaciones muy positivas en la religión cristiana (única que conozco con cierta profundidad, por otra parte). Es una lástima que la Iglesia se haya centrado, en los dos últimos papados, en algo tan epidérmico como es el sexo. A muchos nos hubiera gustado que la labor pastoral de la Iglesia tuviera como eje la defensa de otros valores, como: la solidaridad (dar de comer al hambriento), el rechazo de la violencia (poner la otra mejilla), el hermanamiento (no te importe la raza ni el color de la piel), la denuncia del insano apetito de riquezas (es más difícil que entre un rico en el reino de los cielos, que un camello (o soga) por el ojo de una aguja), y otras innumerables enseñanzas revolucionaras que propuso Jesús.

Pese a mis deseos, es sólo a la Iglesia a la que corresponde dirigir sus pasos. Pero donde sí podemos entrar de hoz y coz, es para defendernos de manifestaciones, que a mi entender son ofensivas. Como es, cuando dicen que la Iglesia se encuentra perseguida por el actual Gobierno. Todo, porque se han aprobado algunas leyes que van en contra de sus preceptos morales. Duele oír hablar a la Iglesia de persecución, cuando es una institución que lleva 1.700 años al lado del poder o directamente en él.

Es cierto que en sus primeros tiempos, los cristianos sufrieron persecución por parte del Imperio Romano, hasta que el emperador Constantino se convierte a su fe. Desde entonces la Iglesia se convirtió en un apoyo fundamental del poder, que sólo empieza a decaer, en las democracias occidentales, con la llegada del siglo XX. En España tuvimos que esperar al final del franquismo, para que se produjera una división entre Iglesia y Estado. También es cierto, que durante la República y la Guerra Civil, se produjeron episodios anticlericales, absolutamente reprobables; pero que en nada anulan el hecho de su colaboración con el poder a lo largo de la Historia.

Una Iglesia que ha tenido instituciones como la Santa Inquisición, que era tan aficionada a los autos de fe y a achicharrar a cualquiera que oliera a hereje. Una Iglesia que hasta hace poco tenía tal poder en la España rural, que incluso decidía si los bailes podían ser agarrados o no; debería ser muy cautelosa a la hora de hablar de persecución.

Da un poco apuro explicar algo tan sencillo, como es que el poder legislativo, a instancias del Ejecutivo, elabora leyes para todos, sean: judíos, moros o cristianos; tirios o troyanos; blancos, negros, indios o chinos; heterosexuales u homosexuales; rojos, azules, o del color que se quiera. Cuando se propone una ley, no se puede estar pensando en sí gustará a la Iglesia católica, pues no sería justo en un Estado aconfesional, que no anticonfesional.

Lo que debería hacer la Iglesia es reunir a sus feligreses en los templos, y desde los púlpitos decirles; que aunque existe el divorcio, para ellos no reza, porque el matrimonio católico es hasta que la muerte separe. Que si alguna mujer está embarazada por una violación, o que el embarazo ponga en riesgo su vida, o bien que puede causarle un trastorno serio; debe seguir adelante, porque su religión les prohíbe abortar. Que pese a existir la posibilidad de casarse con personas del mismo sexo, si algún católico tuviera tendencias homosexuales, estas las debe reprimir, y que bajo ningún concepto deben casarse con alguien del mismo sexo. Que si el Gobierno hace campañas de orientación sexual, que sencillamente las desoigan, ya que ellos saben que la Iglesia les exige que lleguen vírgenes al matrimonio.

Hay que recordar que las famosas leyes en “contra de la familia” no obligan, sino que amplían derechos, sólo para aquellos que quieran ejercerlos. Leyes, que por cierto, no son sólo de este Gobierno; y que alguna de ellas permanecieron intactas durante los ocho años de gobierno del PP, y que parece que sólo ahora son ácido contra la familia.

Ciertamente, las acciones de dama ofendida que muestra la Iglesia, se pueden calificar de sobreactuadas. Su única intención es coadyuvar, en el intento de materializar un cambio de Gobierno, acción que en ningún caso le corresponde. Deberían recordar que: a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César.